domingo, 25 de septiembre de 2011

Capítulo 1.1

Quiero empezar una nueva historia, y aquí la tenéis, espero que os guste, es completamente diferente a lo que he escrito con anterioridad y consiste en dos partes, bueno, ya lo vereis.


Me puse a mirar por la ventana. Un señor con una chaqueta andaba con velocidad, no tenía ni idea de dónde podría ir, con el calor que hacía… Después una chica con el pelo largo y un vestido de flores…
Dejé de jugar al solitario, y plegué la pantalla del portátil. Sobre mi silla, puse los pies en el canto de la mesa, y me impulsé hacia atrás. La silla comenzó a moverse hacia una pared, rápidamente me di la vuelta, y apoyé los pies esta vez en la pared, y me volví a impulsar. Hice esto varias veces, hasta que las ruedas de mi asiento chocaron con un calcetín, y volcó. Caí al suelo boca abajo, la silla rebotó en mí, y cayó al suelo. Me levanté sin esfuerzo, y la coloqué en su sitio. Eran las doce de la mañana, un intenso Sol alumbraba mi habitación entera, hasta el último resquicio que pudiese haber.
Me puse delante del ropero, y abrí las puertas correderas. Dentro había un montón de ropa arrugada, sobre una tabla. Abrí el cajón y cogí una camisa de cuadros celeste, y unos vaqueros piratas.
Me metí en el baño, y me quité la camiseta. Me lavé la cara y el agua me cayó por la espalda. Al mirarme en el espejo, vi mi rubio flequillo mojado y la melena que por poco me rozaba el cuello. Miré los lunares que tenía en los hombros, y las pecas que resaltaban en mis mejillas. Después, me miré a los ojos convenciéndome que iba a ser un buen día, que iba a divertirme. El verde pareció confirmarlo, parecían más claros que nunca.
Cogí la camiseta y me la puse, mientras pensaba en qué pasaría dentro de una hora. Cuando me di cuenta ya estaba vestido, cogí el peine y me peiné con velocidad. Salí y me puse las deportivas.
Coloqué en la mochila una botella de agua, un bocadillo, y un saco de dormir. Me la puse y salí de casa.
Era muy temprano aun, así que decidí ir andando, Cedric me iba a esperar en la plaza, y aun que estaba lejos, me daba igual, quería que el tiempo pasase más rápido. A cada paso imaginaba cómo serían. Se suponía que se iba a traer a unas amigas de su novia. A cada paso me imaginaba una figura, un rostro, quería saber cómo eran, qué haríamos. Cuando llegué había pensado en tantas personas que no me acordaba ni cómo era Cedric, pero al instante llegó, y, para mi sorpresa, venía solo.
-¿Dónde están…? –Pregunté extrañado.
-Ahora vienen, dijeron que se iban a dormir juntas, y que ya vendrían a la vez. No sé, cosas de chicas.
Eso me tranquilizó mucho más. Siempre había tenido éxito con las chicas, o ellas conmigo, porque al final nunca me acababa enamorando de ninguna. Y a mis dieciocho años, estaba soltero, y sin amigas. Por supuesto, ninguna quería nada más que amistad, y no entendía por qué.
Finalmente, llegaron ellas. Al principio, un poco desorientadas, comenzaron a buscarnos entre tanta gente, pero sus miradas nos hallaron, y se acercaron hacia nosotros.
-¡Hola! – Saludó con alegría una chica.
Esta misma chica besó en los labios a Cedric, así que supuse que era su novia. Las otras dos chicas me miraron, evitando la embarazosa situación de estar presentes delante de la pareja.
-Bueno. –Exclamó al fin Cedric. –Ellas son Cathy y Alex. –Dijo señalando primero a una chica alta y delgada, pelirroja, sonrojada  con unos ojos celeste intensos, luego señaló a otra algo más bajita, con el pelo tintado de negro, y un iris grisáceo que se escondía alrededor de unos ojos pintados muy oscuros.
-¿Qué tal? –Pregunté.
Nadie me contestó, son embargo, Cedric comenzó a charlar sobre qué ruta cogeríamos para subir a la montaña, e ir de camping a un bonito campamento que había en la cima.
-Podemos coger la más larga, que es muy horizontal, pero hay muchos obstáculos, tanto árboles, como piedras. Sin embargo, la otra es mucho más empinada pero directa. ¿Cuál os parece mejor? Yo, sinceramente voto por la corta. Así podremos disfrutar más tiempo del campamento.
-Yo… yo pienso lo mismo que tú. –Contestó la chica sonrojada.
-Sí, haríamos más ejercicio, ¿no? Siempre es más pesado cuesta arriba. –Añadió la novia de Cedric.
Cuando me di cuenta todas las miradas se dirigían hacia mí, y, avergonzado, asentí.
-¡Pues vamos! –Concluyó este.
Nos dirigimos hacia la montaña, oía las risitas detrás de mí, así que decidí ir más lento, y hablar con ellas.
-¿Qué tal chicas? –Pregunté.
Ambas volvieron a reír, pero, en seguida la morena me contestó.
-Pues muy bien, pero claro, peor que tú. ¿No es así? Porque, con lo fuerte que estás…
Le sonreí y me acerqué aun más a ella.
-¿Cómo os llamabais? –Pregunté.
-Yo soy Alex. ¿Y tú?
-Blake.
-Vaya, que nombre tan… interesante.- Comentó con una sonrisa socarrona.
-No pasa nada, yo hasta hace poco creí que Alex era nombre de chico. –Dije empujándole el hombro.
-¡Oye! –Exclamó. –Y ella es Cathy.
-Hola Cathy. –Le saludé.
-Hola. –Contestó tímidamente.
Alex me agarró del brazo sonriente, no me gustaba, no sentí nada cuando me tocó, pero me divertía con ella. Pocas veces había sentido algo por alguien. No recordaba exactamente cuándo, pero creía que alguna vez me había gustado alguien. O quizás no, pero pensaba tener amigas, y este verano quería enamorarme, no iba a esperar más.
Continuamos hablando por el camino,  pero, comenzaba a anochecer, y decidimos acampar. Ayudé a montar la tienda, que la llevaba Cedric, mientras las tres chicas se ponían a hablar. Mientras él montaba algo en la tienda, me di la vuelta.
-¿Estáis cómodas? –Pregunté.
-Sí, bastante. Es interesante cómo trabajáis. –Contestó Alex.
-Pues sí. –Dijo con una mirada perdida la novia de Cedric.
-Eh… ¿y tú, cómo te llamabas?
-¿Yo? –Preguntó ella. – Audrey.
-Ah, que bien, ahora me entero como se llama la novia de mi amigo.
-Tú, deja de ligar y ven aquí. –Me regañó.
-Me reclaman. –Dije marchándome.
Ellas rieron y eso me hizo sentir bien. Terminamos de montar dos tiendas cuando era completamente de noche.
-Oye tío, que yo quiero dormir con Audrey. –Dijo Cedric.
-¿Qué? ¿Y yo me quedo fuera? –Pregunté.
-Puedes quedarte con ellas.
Ambas rieron, pero a mí no me hizo tanta gracia, sin embargo, tampoco había nada malo en dormir con amigas.
Finalmente colocamos dentro los sacos de dormir, y nos tumbamos sobre ellos. Accedí a poner el mío en medio. Estuve un rato hablando con Alex, mientras que Cathy se quedó dormida. Me sentía incómodo, ya que cada vez ella se acercaba más a mí. No sabía cuánto tiempo pasó, pero nos quedamos dormidos nosotros también.

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